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Muchos años de mi vida, me he partido la cabeza cuestionándome, ¿Porqué nos complicamos tanto la vida en las relaciones humanas?
A pesar de que somos una raza de origen social, y que estamos acostumbrados a vivir en comunidad desde el inicio de nuestros tiempos, aún no me queda claro porqué no hemos hecho ningún progreso significativo en la forma de relacionarnos. ¿Porqué entramos en conflicto una y otra vez?
Algo que me parece muy curioso, es que entre más cercana la relación, mayores los conflictos. Parece bastante normal salir por la calle y tener un trato cordial con extraños en cuestiones transaccionales y superficiales (aunque en algunos casos, a veces, ni eso).
Pero tan pronto las relaciones se vuelven más cercanas, digamos, relación madre-hijo, esposos, parejas, amigos cercanos… pareciera que se intensifican las emociones, y somos más propensos a sentir ataques de coraje, de enojo, de agresividad, en contra de ellos.
Me parece que el problema es el miedo a sentirse expuesto: Una persona que te conoce bien, puede ver detrás de la “máscara” ese ego que te construyes para protegerte del mundo, y esa vulnerabilidad, el terror de la desnudez, es la que después ataca en contra de la supuesta exposición para proteger su estatus quo.
¿Porqué entrar en la necedad de siempre tener la razón? En la lógica del ganar-perder, todos pierden.
Otro de los problemitas que no hemos podido resolver, es la obsesión que tenemos de querer simplificar la dimensión de nuestras relaciones. En lo que a nuestro ego le concierne, las relaciones se pueden medir de forma lineal y binaria: Lineal en el sentido que una relación siempre tiene que ir de bien a mejor, o va de bien a mal… y binaria en el sentido de juzgar entre dos polos opuestos: me tratas bien, o me tratas mal; cumples mis expectativas o no las cumples.
Cuando juzgas de manera binaria, es decir bueno o malo, gordo o flaco, blanco o negro, indudablemente conducirá a una forma de conflicto con la otra persona. Tenemos la necia costumbre de querer clasificarlo todo, pero la naturaleza de una persona está muy lejos de ser binaria y lineal. No vamos por la vida juntando ceros y unos.
Yo creo que, así como la vida no puede explicarse ni encontrar su trascendencia en forma lineal y binaria, lo mismo pasa con las relaciones humanas. No es posible poder clasificar la multidimensionalidad humana en un par de parámetros matemáticos para niños de primaria.
No existe nadie completamente bueno ni completamente malo. Nadie jamás se ajustará con precisión a las expectativas de tu ilusión y tu ego. Por eso al entrar en una relación y esperar resultados binarios y lineales, terminamos sufriendo y pensando que el amor no es para nosotros, o que nunca seremos entendidos.
Lo único que considero realmente una ley fundamental es que todas las relaciones tienen dos bases primarias: Hay relaciones basadas en amor, y otras en miedo. Cuando se decide amar, no se espera un comportamiento lineal en una persona. Tu lista interminable de expectativas nunca se cumplirá, y lo aceptas. Aceptas que tu pareja ronque al dormir, que le huelan los pies y que coma sonando la boca.
También aceptas que las relaciones son más bien “una galería de espejos” como lo propone el autor Raimon Samsó. Cada relación en realidad, es una proyección de tus carencias o de tus excesos.
Las relaciones son un aprendizaje de amor. Con cada relación que vives, hay una oportunidad de descubrir lo que el amor verdadero tiene que ofrecer.
El amor verdadero viene de una aceptación más profunda, que no tiene que ver con dualidades. Sería interesante plantearnos la siguiente cuestión: Somos seres multidimensionales. Una persona es buena y es mala a la vez. Todos tenemos momentos en donde nos sentimos felices y encantadores; pero está al mismo tiempo la semilla potencial de arrancar de ira o sentir una profunda tristeza. Es como la física cuántica: Una onda es partícula, y es onda al mismo tiempo, depende del momento de la observación. En un determinado momento, tu pareja puede ser la más dulce del mundo y tres minutos después estallar en enojo y llanto. No es que tu pareja tenga problemas bipolares. Es simplemente parte de la multidimensionalidad del ser humano.
Amar de verdad significa aceptar el todo de una persona. Eliges amar, a pesar de las cosas que no te gustan de la persona o de las expectativas que no cumple. Obviamente, como todo, cumpliendo con los límites propios del amor sano que se basa en no lastimar a una persona física ni psicológicamente y respetando su individualidad.
El amor basado en el miedo viene de la creencia que tenemos de tener que clasificar y juzgar de acuerdo a nuestras expectativas. Toda acción que se realice en contra del ego, es candidata a ser rechazada y por lo tanto, entrar en conflicto con la persona que supuestamente la originó. Por lo tanto, se ama en condiciones: Dando y dando, pajarito volando. Te amo, sólo si cumples con todos mis requisitos: Invitarme a cenar cada viernes, regalarme flores, atenderme cuando me siento mal, estar siempre de buen humor, tener siempre pláticas interesantes, si te vistes bien, si caminas bien…. y así ad infinitum.
Y tan pronto algo no se cumple, mi amor se estrella… es posible que me cuestione si todavía te quiero, o a lo mejor ya no. El romanticismo del amor ilusorio es una necesidad. La necesidad es la falta de amor verdadero.
Entre mayor sea el ego, menor es la paz, y mayor el sufrimiento.
Por eso, la idea del amor romántico ha hecho mucho daño a miles de parejas que han sido víctimas de historias fantasiosas estilo película de Hollywood. Muchas personas deciden abandonar una relación cuando la ecuación binaria no resulta, porque su miedo a perder es mayor que el deseo de amar.
Las relaciones no tienen que ser complicadas, si tan sólo comprendiéramos lo siguiente: La acción de amar, es la que atrae al sentimiento. Por lo tanto, el amor es el resultado de decidir primero amar. El creer que el amor llega antes de que tú hayas decidido amar, es una fantasía.
Decídete a amar.
Yo creo que vale la pena arriesgarse.
“Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”- Pablo Neruda
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