Photo by Artem Beliaikin on Pexels.com
“Es difícil encontrar la felicidad en uno mismo, pero es imposible encontrarla en cualquier otro lugar”- Arthur Schopenhauer
Este año está por terminar. Como es costumbre ya, me gusta reflexionar sobre lo que este año trajo a nuestras vidas, cuáles son las lecciones que nos deja para seguir creciendo.
Está más que claro que no fue un año común para la humanidad.
Cosas que nos parecían totalmente normal en nuestra forma de vivir en sociedad de pronto se vuelven una fuente de miedo e incertidumbre; como si surgiera de la nada un peligro invisible que se propaga entre más queramos convivir, entre más nos aferremos a volver a la normalidad que conocemos.
Pero mi propósito no es hablar sobre esta nueva normalidad; tema que ya conversaré en un post futuro. Hoy quisiera reflexionar y compartir con ustedes algo que me ha ayudado a alcanzar una profunda paz y a mantenerme positiva y firme a pesar de los pronósticos (muy a menudo desalentadores) que nos venden en las noticias. Se trata de re-encontrarse con uno mismo y conectar de nuevo con el sentido de la vida.
Cuando vivimos sometidos a un estrés perpetuo, y ante situaciones de incertidumbre durante un tiempo prolongado, algunos de nosotros tendemos a sentir de pronto un vacío existencial.
Ese vacío se siente como un estado de tedio- es una sensación que oscila entre aburrimiento y estrés. Al no ver con claridad qué es lo que va pasar en el futuro inmediato, nos podemos sentir un poco paralizados- sin ganas de hacer grandes planes, y de buscar nuestra motivación con la certeza, o al menos la esperanza, de que las cosas sucederán tal y como lo esperamos.
En este tipo de situaciones, es cuando más necesitamos reconectarnos con nuestro interior; cuestionar de nuevo esas preguntas difíciles, que a no todos nos gusta pensar a consciencia: ¿Cuál es el motor que nos mantiene con vida?; ¿Qué es lo que nos hace levantarnos cada mañana?, Si no podemos controlar nuestro destino o las situaciones que nos suceden, entonces, ¿Cuál es el sentido de la vida?
Enfrentarnos con estas preguntas no es nada fácil; como tampoco lo es tratar de responderlas. A veces, quisiéramos encontrar una respuesta abstracta universal que lo justifique todo. Tal vez es mas fácil darle esa responsabilidad de responder y dar sentido a nuestras vidas a fuerzas externas que parecen menos vulnerables que nosotros.
Yo soy de la creencia que la existencia humana no tiene un sentido colectivo que sea la absoluta verdad para todos. Creo que cada uno de nosotros tenemos un fin único, una misión que cumplir, que no puede ser reemplazada por nadie más. Las circunstancias únicas de nuestras vidas nos hacen aptos para responder ante la vida como solamente uno mismo puede hacerlo; nadie más puede vivir la vida de alguien más, ni una persona puede nunca reemplazar a nadie más. Eso nos hace seres únicos e irrepetibles.
¿En dónde empezar entonces a buscar, o re-encontrar ese sentido?, ¿Es algo que puedo definir como individuo o viene de otra parte?
Coincido con Victor Frankl,padre de la logoterapia, tercera escuela Vienesa de la Psicoterapia, quien propone que el sentido de la vida no es algo que se inventa por uno mismo, si no que uno mismo lo descubre. Según la logoterapia, hay tres maneras de descubrirlo:
1) Realizando una acción
2) Aceptando los dones de la existencia, como el amor
3) A través de dignificar el sufrimiento
En cuanto a la primera propuesta, las acciones concretas y cotidianas pueden llegar a completar el sentido de nuestra existencia cuando asumimos la responsabilidad y la consciencia de que los frutos de aquellas acciones van a definir quiénes somos y cuál es la huella que dejamos en el mundo. Como diría Frankl “Un hombre que se vuelve consciente de su responsabilidad ante quien lo guarda con todo su corazón, o ante una obra por terminar, nunca será capaz de tirar su vida por la borda”.
Como segunda modalidad, aceptar los dones de la existencia significa tener la capacidad de admirar la belleza del mundo y dejarse llevar por los sentimientos más sublimes que nos ofrece esta vida; siendo el amor el más poderoso de ellos. El amor es la vía única para poder llegar a conocernos profundamente y conocer a los demás.
La tercera modalidad, sucede cuando hay que enfrentarse a situaciones devastadoras, irrevocables y cuando no tenemos ningún poder de cambiar las circunstancias, como una enfermedad grave o la muerte de un ser querido. En estas situaciones la vida aún ofrece una manera de poder ejercer un valor personal supremo: Aceptar el sufrimiento, darle un sentido. No se trata de dejarse llevar por el sufrimiento o rendirse ante él; más bien se trata de ofrecer una respuesta que dignifique la existencia; es una actitud; una manera de responder ante la vida.
Un famoso dicho popular describe bastante bien esta última modalidad: “si la vida te da limones, haz una limonada”
Al final de cuentas, la libertad interior de elegir que hacer ante cualquier circunstancia, es algo que nadie te puede arrebatar, y precisamente esa libertad interior es la que confiere a la vida intención y sentido.
Nosotros somos los arquitectos de nuestro destino.
Deseo que el próximo año, aproveches el potencial de oportunidades que se te presenten para seguir adelante con tu proyecto único de vida. Son precisamente esas cosas que consideramos cotidianas: Los amores, los proyectos, obligaciones, amistades, nostalgias y sueños, los que completan el sentido de nuestras vidas.
“Lo que un hombre necesita no es vivir sin tensión, si no esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena”- Victor Frankl
¡Feliz Año Nuevo!
Comments