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¿Qué es lo que hace a alguien salirse de su madre patria y vivir en otro país?
Dejarlo todo: familia, a la madre, a tus amigos, a tu casa y a tu tierra: esa tierra que te vio nacer.
¿Dinero? ¿Oportunidades? ¿Felicidad? ¿Poder? ¿Amor? ¿Curiosidad?
Cada quién tendremos una respuesta diferente, si es que alguna vez la podemos responder.
Hace algunos años, pensaba que cualquier lugar puede ser tu hogar. Que el mundo y su vasto espacio es nuestra casa; que el ser humano tiene la capacidad de moldearse a las nuevas circunstancias de su entorno, aunque al inicio cueste trabajo; es cuestión de determinación y voluntad. Ahora pienso diferente. Ahora pienso que al único lugar al que realmente puedes llamarle hogar, es a ese pedazo de tierra en el que viviste tu infancia.
Cuando llegué a Suiza, pensé que el adaptarme sería pan comido. Cuando pisas estas tierras por primera vez, te enamoras de los hermosos paisajes, de la limpieza, el glamour y el perfecto orden… del aire de tranquilidad que se respira. Pensé, ¿Quién no puede sentirse en casa en el paraíso? Y sí te adaptas por un tiempo. Pero después, me di cuenta que como dice el dicho “Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre”…
Para mí, México es la madre patria,
con sus colores vivos;
sus olores exóticos y vulnerables,
bendecida por los rayos de sol.
Bendita mi patria
de cielo siempre azul,
con su magia y su música,
sus miserias y mi amor.
El que niega su patria
no se conoce a sí mismo;
no sabe que sus raíces son lo único real.
Cuando cierro los ojos,
veo su caos, sus tormentos y huracanes;
mis sueños rotos de adolecente,
y mis realidades de vida adulta.
A veces, hay que ver a la patria desde lejos, para darse cuenta que realmente uno nunca se fué. Es como llevar a tu madre a todas partes, aunque no la soportas la mayor parte del tiempo, tampoco puedes vivir sin ella.
Algunas personas me dicen que no sienten amor por su patria, o que no se sienten orgullosos de sus raíces. Que se sienten más identificados con su país adoptivo o incluso, otras culturas que nunca han experimentado. A esas personas les digo: Tienes una tarea, y esa tarea es mirarte fijamente al espejo y descubrir quién eres.
Una persona sin amor a su propia patria, en mi opinión, no ha terminado de amarse y conocerse así misma.
A veces, las vidas humanas van en círculos. Empiezas en un punto de partida; piensas que una vez que partas, nunca volverás; vuelas lejos… y de pronto, llegas a un límite… no es un límite físico, un pedazo de tierra o una valla metálica; es un soplo en el corazón, un zumbido tímido en el pecho; un desgane inexplicable al momento de levantarte cada mañana y no saber de dónde viene.
Heimweh?
Homesick?
Heimweh… interesante palabra. Traducida del alemán sería “Hogar-dolor” y Homesick en inglés “Enfermo-Hogar”
¿Se puede enfermar uno de dolor de patria?
En español, le llamamos nostalgia.
Cuando se vive lejos, hay que darse cuenta cuando una pequeña depresión de días se convierte en una señal clara de que llegaste al límite; que el círculo sigue la línea en circunferencia… y es momento del regreso.
¿Volver?
Sí, volver.
Justo a dónde empezaste, y cerrar el círculo.
Si vives fuera de tu país cuéntame, ¿Has sentido “Heimweh”?
¿Qué te animó a salirte de tu país?
¿Volverías algún día?
Cuéntame tu experiencia 🙂
Frase de Rufino Tamayo
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